El primer trabajo que hicimos, en el que tuvimos que hablar delante de toda la clase, era una presentación. He de reconocer que estaba muy nerviosa, no conocía a nadie aún y yo creo que más que nervios… era vergüenza. En el monólogo era diferente, ya conocía a toda la clase, tenía confianza con ellos y salí frente a las mesas con una seguridad en mí misma…que ni yo me lo creía. Gracias a estos diferentes trabajos que hemos hecho, he aprendido mucho más. Las hojas de autoevaluación han sido muy útiles para mí. Me han ayudado a aprender de mis errores y a poder corregirlos. Quizás, al principio pensaba que no sería capaz de acabar con todos los fallos que tenía (no eran pocos) pero esas hojas, en las que solamente había que poner crucecitas (cosa que me parecía un absurdo), han hecho que consiga mi objetivo.
Es muy probable que hoy no esté preparada para dar una charla de 5 horas delante de 200 personas, pero he aprendido ha dar “la charla” delante de 30 personas sin tener pánico a la palabra. Obviamente, juego con ventaja, a esas personas ya las conozco y ¿Quién sabe si mañana tendré que hablar delante de 200 individuos que ni siquiera conozca?
He mejorado esas muletillas de “eh…”, “pues…”, “y…” creo que ya no las digo tanto. Eso y aprender a no repetir tanto las palabras han sido los aprendizajes más útiles que he llevado a cabo durante este curso.
Aún así, en el futuro voy a tener a unos 25 niños en clase y no puedo permitirme el lujo de “quedarme en blanco”.
Tengo que seguir mejorando el hablar delante del público porque es algo que no se puede dejar apartado, si no se pierde la práctica.
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