lunes, 29 de noviembre de 2010

LA FORMA DEL QUITAMIEDOS

Nacho era un joven de 27 años. Trabajaba en un taller mecánico que abría las 24 horas del día, en San Fernando de Henares, aun que la crisis estaba causando múltiples despidos.

Una noche, a Nacho le tocaba trabajar pero se había quedado dormido, así que cogió el coche, lo puso en marcha y se dirigió al trabajo lo más rápido posible, atajando por las calles y caminos, llevando en el asiento del copiloto un termo de café para combatir el sueño, pero no fue posible.

Esa misma noche, unos vecinos alertaron de un fuerte golpe en el Camino Viejo de Vicálvaro. Cuando acudió la policía, había un coche destrozado que había chocado contra el quitamiedos. El vehículo estaba lleno de sangre, no había manchas en la carretera y las puertas estaban bloqueadas. Todo apuntaba a que Nacho había tenido el accidente por el cansancio y el sueño. A pesar de todo esto, el cuerpo del joven no estaba.

Arreglaron varias veces el quitamiedos pero, misteriosamente, cada vez que lo reparaban volvía a la forma en la que estaba cuando retiraron el coche del mecánico.

Afirman los vecinos que todas las noches, a la misma hora, se oye el mismo ruido del accidente y dicen que el alma de Nacho vaga cada noche por allí.

martes, 23 de noviembre de 2010

La leyenda de la crin de piedra

El condestable Don Álvaro de Luna, a principios del siglo XV, era noble y dueño de numerosas fincas. Tenía un castillo en Escalona (Toledo) y solía ir a cazar a una pequeña aldea cercana llamada Pelahustán.

Uno de esos días fríos y nublados que estaba allí de caza, fue avisado por un criado de que su más apreciado labrador estaba terriblemente enfermo. Entonces, Don Álvaro acudió con el médico, Don Enrique, para ver su estado. Una vez que le hubo reconocido, dijo que la única cura posible sería con un medicamento que no tenían en ese lugar pero que podrían conseguir si acudían al Castillo de Montalbán, en Ávila, al otro lado de la Sierra de Gredos.

El hijo del enfermo, Julián, que era un gran jinete, se ofreció a ir a por el medicamento. Don Enrique le advirtió del peligro por el frío, la niebla, el largo trayecto y la prisa, ya que sólo disponía de un par de días para salvar la vida del labrador. Julián luchó contra todos los obstáculos hasta que consiguió el medicamento de su querido padre.

Cuando ya casi estaba llegando, en el camino de Cenicientos, su caballo tropezó del agotamiento, con tan mala suerte que tanto el animal como el jinete fallecieron en el acto y el labrador no pudo ser curado.

Desde entonces, dicen que el viento de aquella fría noche pulió una roca poco a poco y hoy en día se ve reflejada la crin del luchador caballo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La princesa lectora


Tiene el cabello castaño, por debajo del hombro y, normalmente, semi-recogido. Sus cejas son finas y sus ojos grandes, marrones, con unas largas pestañas. Los labios delgados, su pequeña nariz y la perfección de sus dientes le hacen una cara bonita y estilizada. Lleva un gran vestido amarillo, largo hasta los pies, que le hace juego con los zapatos y con los interminables guantes que cubren sus finas manos.
Ella es soñadora, trabajadora, valiente, tiene una voz muy dulce y ama la lectura. Todos la conocemos y quizás hemos jugado a ser ella alguna vez.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Carta de un hijo a todos los padres del mundo

No me des todo lo que te pido.    
A veces, sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.
No me grites.
Te respeto menos cuando lo haces;
y me enseñas a gritar a mí también.
Y...  yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes.
Si en vez de órdenes, a veces me pidieras las cosas,
yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas, buenas y malas.
Si me prometes un premio, dámelo;
pero también si es un castigo.
No me compares con nadie,
especialmente con mi hermano o mi hermana.

Si tú me haces sentirme mejor que los demás,
alguien va a sufrir;
y si me haces sentirme peor que los demás,
seré yo quien sufra.
No cambies de opinión tan a menudo
sobre lo que debo hacer.

Decide y mantén esa decisión.
Déjame valerme por mí mismo.
Si tú haces todo por mí,
yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí,
ni me pidas que las diga por ti,
aunque sea para sacarte de un apuro.

Me haces sentirme mal
y perder la fe en lo que me dices.
Cuando yo hago algo malo,
no me exijas que te diga el por qué lo hice.

A veces ni yo mismo lo sé.
Cuando estés equivocado en algo, admítelo,
y crecerá la buena opinión que yo tengo de ti,
y así me enseñarás a admitir mis equivocaciones.
Trátame con la misma amabilidad y cordialidad
con que tratas a tus amigos.

Porque seamos familia
no quiere decir que no podamos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa
si tu no la haces.

Yo aprenderé siempre lo que tú hagas,
aunque no me lo digas.
Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.
Cuando te cuente un problema mío,
no me digas "no tengo tiempo para bobadas",
o "eso no tiene importancia".

Trata de comprenderme y ayudarme.
Y quiéreme. Y dímelo.
A mí me gusta oírtelo decir,
aunque tú no creas necesario decírmelo.

                                           
Jean Renoir

jueves, 11 de noviembre de 2010

PIENSA EN POSITIVO


Hay veces  que queremos conseguir algo que nos resulta muy difícil. Practicamos y practicamos para lograrlo pero la paciencia se acaba, tiramos la toalla y lo damos por imposible. A veces tenemos que sentirnos afortunados y agradecidos con alguien que está ahí para ayudarte y para intentar que no te des por vencido.
Este video muestra cómo el joven intenta hacer esa pieza de cerámica que le muestra el alfarero y ocurre exactamente lo anterior explicado. El joven se enfada consigo mismo porque no consigue moldear bien la pieza de barro, pero el alfarero le ayuda y consigue aprender.
Historia del arte me gustaba, pero era una asignatura muy difícil de aprobar porque la profesora puntuaba muy bajo y siempre quería más de lo que dábamos. Estudiaba por el libro, por los apuntes, hacía comentarios de imágenes y me esforzaba todo lo posible, pero no conseguía el objetivo: aprobar los exámenes.
Un día, ya desesperada, me sentía inútil, no podía entender que todo mi esfuerzo no sirviera para nada. Tiraba la toalla, ya tenía claro que no iba a aprobar y para qué seguir perdiendo tiempo que podría dedicarle a otras asignaturas. Entonces llegó mi madre, “alguien que está ahí para ayudarte y para intentar que no te des por vencido”. Se sentó conmigo en la habitación y me explicó que si no luchas por eso que quieres jamás lo conseguirás, que “el que la sigue, la consigue”. Insistió en que siguiera haciendo resúmenes, comentarios y que no me desinteresara por la asignatura pero… yo seguía con los cuatros (como la mayoría de mis compañeros, que opinaban que un cuatro ya era de agradecer con esa profesora).
Para mi sorpresa, a final de curso saqué un cinco, ¡Con eso tenía bastante! Yo no me vi, pero creo que mi cara de sorpresa y felicidad lo dijo todo, y más cuando de 25 personas únicamente aprobamos 8.
Ahora tengo que agradecerle a mi madre ese apoyo que me dio (como se lo dio el alfarero al niño) porque si no lo hubiera hecho no hubiera aprobado arte, no tendría el bachillerato y no estaría estudiando lo que siempre he querido, magisterio infantil. Y al igual que el niño del video, no hubiera conseguido esa confianza en sí mismo, cosa que a mi me han enseñado a tener.

viernes, 5 de noviembre de 2010

UNA EXPERIENCIA DE COMUNICACIÓN EFECTIVA


Estos días en clase hemos estado recordando el acto de la comunicación de Jackobson (emisor, receptor, código, etc.). Es algo que ya hemos visto en cursos anteriores pero nunca viene mal repasarlo ya que se suele dar al principio de curso y se deja a un lado.

         En clase, Irune pidió un voluntario para hacer un ejercicio y salió María. Sólo nos dijo que era un dictado de figuras geométricas y que teníamos que hacer lo que ella dijera prestando mucha atención. Ella no podía hacer gestos, aunque a veces no podía evitarlo, y nosotros no podíamos preguntar nada, pero se escapaba alguna pregunta. Todos estábamos un poco nerviosos, unos más que otros, así que cuando María comenzó a dictar el canal se rompía constantemente (risas, ruidos…).

Creo que María se explicó bastante bien, se entendía lo que decía y el dibujo me salió muy parecido al original. El mensaje estaba bastante claro.

Más tarde volvimos a hacer el dictado, pero era otro dibujo mucho más complejo. Este día perdimos la paciencia, todo el mundo preguntaba, la gente se rendía, yo no me enteraba de nada. Para mi sorpresa, el resultado de mi dibujo no estaba tan mal como yo pensaba. Las emisoras lo hicieron bastante bien, pero reconozco que yo no estaba muy receptiva.

Todo esto tuvimos que hacerlo en casa. Primero se lo hice a mi madre y no le salió muy bien, aunque teniendo en cuenta todas las veces que el canal se rompió (sonó el teléfono, problemas con la derecha y la izquierda...) no fue tan mal. Ella como receptora creo que estaba un poco alterada y nerviosa.

Un par de días más tarde se lo hice a Alberto y me llevé una grata sorpresa ¡Nos entendemos genial! A pesar de que estaba impaciente porque se iba a poner a jugar a la X-Box,  que Rocky no paraba de ladrar porque la vecina estaba sacudiendo la alfombra (lo odia) y que le costó un poco concentrarse… ¡Le salió prácticamente perfecto!

Yo, como emisora, intenté  hacerlo lo más claro posible, y mi madre y Alberto como receptores lo hicieron genial, me comprendieron bastante bien. El canal se rompió varias veces como ya he explicado, pero supimos “superarlo”.

En conclusión, para poder establecer una buena comunicación hay que tener un emisor que se sepa explicar, un “receptor receptivo”, un mensaje claro, un código que ambos conozcan y procurar que el canal no se rompa.